Nacho Caicedo y Alma Santacruz celebran su aniversario y, como toda una familia de estrato alto en los años 70, necesitan tirar la casa por la venta, necesitan demostrar su poder. Sus hijas, llamadas como países o ciudades en donde sus padres se encuentran con la pasión, salvo Uriela, van narrando historias y nos permiten conocer lo profundo de esta familia. Invitados desfilan por la casa, mientras el tío Jesús busca ser desaparecido a como dé lugar. Nadie sabe la gotera que cae en casa, pero bien es cierto que el poder es soledad y venganzas pendientes.
Esta familia reúne en diversos arquetipos, el amor, el odio, el poder, la soledad, la venganza. Esta extensa familia, sus invitados, sus amigos y sus sirvientes son una pequeña Colombia sumida en la negación de sus problemas, en la dañina doble moral. Muchos terminan siendo lo que en fondo son: animales, monstruos, malos por naturaleza.
El poder es en esencia, solitario y peligroso. Nacho Caicedo es uno de los personajes más importantes del país, ha logrado sacar de la cárcel a muchos que cometieron delitos, su casa está llena de fantasmas y de deudas pendientes. Su vida parece ejemplar, de altos valores y de gran valor, pero su familia abre la caja de pandora: todos los males que guardan sus secretos. Uriela, por su parte, es uno de los personajes más brillantes, esta niña que entra en la adolescencia, sabe muy bien sobre la doble moral de su familia. Uriela la sabelotodo, es una niña sola, que lee, que imagina, que entiende a su tío Jesús, la oveja negra.
La fiesta de aniversario, la gran fiesta del año es la excusa para conocer los fantasmas que guarda la casa del magistrado y los que cargan sus invitados. Así como sucede en el patio, el desorden y la confusión se apoderan de los animales que celebran en la casa. Lo fantasmas de la muerte, la violencia, la mentira, la traición, la violación, la pederastia, el machismo y la corrupción convierten la casa del dios magistrado en una Casa de furia.
Colombia necesita verdad, reparación, justicia y reconocimiento. Rosero pone de manifiesto esta necesidad, coloca en el entramado de la narración situaciones absurdas que no escapan de nuestra realidad y que seguimos ignorando, ya sea por indiferencia o por privilegios. Y, peor aún, que nuestros dirigentes no han reconocido, ni reconocen porque en este país todos son mártires. “No reconocemos que estamos equivocados, no reconocemos que, dicho en puro colombiano, la cagamos: esa es la principal enfermedad del país” (304). Un país como el nuestro, sumido en la violencia desde hace siglos, solo necesita verdad, porque “en el mismo reconocimiento van implícitas la vida y la honra de todo un país” (304).
Nadie escapa de su propio destino.
Rosero, E. (2021). Casa de furia. Alfaguara
